domingo, 9 de octubre de 2011

POEMAS DEL NOBEL DE LITERATURA 2011 ,el sueco Tomas Tranströmer






CASAS SUECAS SITUADAS AISLADAMENTE

Una confusión de ramas negras
y humeantes rayos de sol.
Aquí está hundida la cabaña
y parece sin vida.
Hasta que murmura la niebla matinal
y un anciano abre
—con mano temblorosa—
la ventana y deja salir un búho.
Y en otro punto cardinal
está la casa nueva humeando
con la mariposa de las sábanas tendidas
que flamean junto al propio nudo
de un bosque moribundo
donde la putrefacción lee
con gafas de savia
el protocolo de la termita.
Verano con lluvia de pelo pajizo
o con una sola nube de tormenta
sobre un perro que ladra.
La semilla golpea bajo la tierra



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Voces inquietas, rostros
vuelan en los cables telefónicos
con rápidas alas encogidas
sobre leguas de tierras pantanosas.
La casa en una isla del arroyo
empollando sus piedras fundamentales.
Un humo continuo: son quemados
los papeles secretos del bosque.
La lluvia vira en el cielo.
La luz serpentea en el arroyo.
La casa del acantilado vigila
los bueyes blancos de la cascada.
El otoño, con una banda de estorninos,
mantiene al amanecer en jaque.
La gente se mueve con rigidez
en el teatro de pantallas de lámpara.
Dejadlos sentir sin angustia
las alas camufladas
y la energía de Dios
arrollada en la oscuridad


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ELEGÍA
En el punto de partida. Como dragón caído
en algún pantano entre neblina y vaho, está
nuestra tierra costera vestida de bosque de pino. Allá lejos:
dos vapores que gritan desde un sueño
en la bruma. Este es el mundo inferior.
Bosque inmóvil, superficie de agua inmóvil,
y la mano de orquídeas que surge del pantano.
Al otro lado, más allá de esta senda,
pero flotando en el mismo espejeo: el navío,
que la nube ingrávida cuelga de su espacio.
Y el agua en torno a su cayado está inmóvil,
echada en calma. ¡Y aun así, truena!
Y el humo del navío se expande horizontal
—allí flamea el sol en su agarrón— y el soplo
golpea duro el rostro del que aborda.
Ascender hacia babor de la Muerte.
Una ráfaga súbita y la cortina ondea.
Suena el silencio cual despertador.
Una ráfaga súbita y la cortina ondea.
Hasta que se oye, lejana, golpear una puerta
lejos, en otro año.


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lentamente, como el trineo verde de la primavera tardía
—con la luz amarrada que relincha—
llega resbalando sobre el hielo.

*
Desperté con los tacones de la amiga golpeteando en el sueño
y, afuera, dos montones de nieve, como olvidados guantes del invierno,
mientras octavillas del sol se desplomaban sobre la ciudad.
El camino nunca tiene fin. El horizonte se apura hacia adelante.
Los pájaros sacuden el árbol. El polvo se marea en torno a las ruedas.
¡Todas las rodantes ruedas que contradicen la muerte!