domingo, 3 de abril de 2011

El verdadero autoritarismo

Las condiciones que preceden a la implantación de regímenes autoritarios o dictatoriales generalmente son crisis agudas provocadas por diversos factores, que dan la sensación de inviabilidad en determinado país. Sucedió con Fujimori en 1992, Pinochet en 1973, o Uribe a inicios del presente siglo.

En contraposición, cuando existen condiciones de relativa mejora en los indicadores económicos y sociales de un país, pero en el marco de un modelo poco redistributivo, la llegada de gobiernos más a la izquierda permite avanzar en la universalización de derechos y acceso a servicios básicos, sin descuidar algunos fundamentos necesarios en la economía.

Lula tuvo que vencer una situación parecida a la que hoy enfrenta Ollanta, en el sentido de la satanización previa y posterior demostración de que un gobierno de izquierda puede reorientar el sentido del modelo neoliberal para iniciar una modificación de la lógica en la que el Estado se maneja, recuperando su esencial función pública.

El caso de Lula es clave en la historia latinoamericana reciente, ya que ejemplifica que el poder debe ser capaz de conjugar los diversos intereses en juego y no sólo los de algunos que indebidamente se benefician del crecimiento.

Responsabilidad única
Si bien toda elección implica un determinado riesgo, es necesario observar el contexto en que ésta se da, para así contrastar los dichos con la realidad. El Perú no presenta las condiciones para que se instaure un régimen autoritario de izquierda.

Factores como la fragmentación del futuro Congreso, una prensa en algunos casos independiente y en otros eco de la ultraderecha, un crecimiento económico sostenido, y un cúmulo de expectativas posibles en distintos sectores, hacen que una aventura autoritaria sea totalmente complicada de llevar adelante. Es más, si se tuviera la intención de crear un autoritarismo de izquierda, lo más probable es que ello sea el inicio del fin de ese gobierno.

La cercana experiencia del autoritarismo Fujimorista, abona también para que otra aventura de ese estilo se presente complicada. Los síntomas del autoritarismo, como los del gobierno que termina, serían detectados de inmediato por la oposición y los medios de comunicación.

Pretender conducir al país hoy de una forma vertical, sería una brutalidad imperdonable que terminaría con la posibilidad de cambio político y económico que una mayoría de peruanos exige.

Ollanta y los que lo acompañan, si la sociedad finalmente los respalda, deberán entender que sobre sus hombros acaso repose la responsabilidad más grande que un gobierno ha tenido en el país, debido a las condiciones tan favorables como antes no se han dado.

Autoritarismo normalizado
En todo caso, lo que sí es obvio es que luego de la caída de Fujimori, el germen del autoritarismo de derecha no ha desaparecido, al contrario se ha mimetizado en una supuesta defensa del orden y de la paz social.

Sin duda, si listáramos todas y cada una de las arbitrariedades que los gobiernos han cometido en la última década frente a la protesta social, frente a los líderes, periodistas o medios de comunicación incómodos, es claro que existe un autoritarismo normalizado que es tratado con el pétalo de una rosa por la mayoría de los políticos y medios de comunicación.

Si vamos a hablar de autoritarismo, sería una deshonestidad intelectual y periodística hacerlo para atacar una situación hoy inexistente dejando de lado las manifestaciones de éste en los últimos años.

¿Alguien imagina qué sucedería si un hipotético gobierno de izquierda en el Perú provocara la matanza de más de treinta peruanos como en Bagua, impulsara desde su prensa adepta la violencia, cerrara radios opositoras, abriera procesos judiciales al líder de la oposición y a periodistas independientes, violara el secreto bancario de sus adversarios como se ha hecho impunemente en el gobierno que termina?

Como vemos, la hipocresía hoy no tiene límites y se hace llamar defensora de la democracia.


Alexandro Saco