sábado, 21 de noviembre de 2009

EMILE CIORAN:






PENSAMIENTOS :



Se está acabado, se es un muerto en vida, no cuando se deja de amar, sino de

odiar.

El odio conserva: en él, en su química, reside el "misterio" de la vida.

Por algo es el mejor tónico nunca encontrado, tolerado además por cualquier

organismo, por débil que sea.

El refinamiento es signo de vitalidad deficiente, en arte, en amor y en todo.

Lo que corresponde a quien se ha rebelado demasiado es no tener ya energía más

que para la decepción.

La muerte es el aroma de la existencia. Sólo ella presta gusto a los instantes,

sólo ella combate su insipidez. Le debemos casi todo.

Esta deuda de agradecimiento que de tarde en tarde consentimos en pagarle es lo

más reconfortante que hay en este mundo.

Después de algunas noches, debería uno cambiar de nombre, porque ya no se es el

mismo.

Cuando se sabe que todo problema no es más que un falso problema, se está

peligrosamente cerca de la salvación.

No se pide la libertad, sino apariencias de libertad. Por tales simulacros el

hombre se esfuerza desde siempre. Por lo demás, dado que la libertad no es, como

se ha dicho, más que una "sensación", ¿qué diferencia hay entre "ser" libre y

"creerse" libre?

El escepticismo es la fe de los espíritus ondulantes.

Si estuviese seguro de mi indiferencia a la salvación, sería con gran diferencia

el hombre más dichoso que hubiere.

Sólo es subversivo el espíritu que pone en tela de juicio la obligación de

existir.

Buscar un sentido a lo que sea es menos obra de un ingenuo que de un masoquista.



Sólo en la medida en que no nos conocemos podemos realizarnos y producir.

El creador que llega a ser transparente para sí mismo, ya no crea: conocerse es

ahogar sus dones y su demonio.




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La naturaleza, buscando una fórmula que pudiera satisfacer a todo el mundo,

escogió finalmente la muerte, la cual, como era de esperar, no ha satisfecho a

nadie.




He condenado con tanta frecuencia toda forma de acto, que manifestarme, de

cualquier manera que sea, me parece una impostura, por no decir una traición.

-
¿ Cómo no pensar que a fin de cuentas la

diferencia no es tan grande entre un mortal y un moribundo ? Lo absurdo de hacer

proyectos es sólo un poco más evidente en el segundo caso.






¿Para qué nos agitamos tanto? Para volver a ser lo que éramos antes de ser.


La mujer fue importante mientras simuló pudor y reserva. iQué deficiencia

demuestra empeñándose en dejar de jugar el juego! Ahora ya no vale nada, pues se

asemeja a nosotros. Así desaparece una de las últimas mentiras que hacían

tolerable la existencia.



Mi escepticismo es inseparable del vértigo, nunca he comprendido que se pueda

dudar por método.




Soy un filósofo aullador. Mis ideas -si ideas son- ladran: no explican nada,

explotan.



El 18 de este mes, muerte de mi padre. No sé, pero siento que lo lloraré en otra

ocasión. Estoy tan ausente de mí mismo, que ni siquiera tengo fuerzas para la

pesadumbre, y tan bajo, que no puedo elevarme a la altura de un recuerdo ni de

un remordimiento.



Yo podría, si acaso, mantener relaciones verdaderas con el Ser; con los seres,

jamás.



El fondo de la desesperación es la duda sobre uno mismo.



24 de febrero de 1958

Desde hace unos días, vuelve a rondarme la idea del suicidio. Cierto es que

pienso en él a menudo, pero una cosa es pensarlo y otra sufrir su dominio.

Acceso terrible de obsesiones negras. Me va a ser imposible durar mucho tiempo

así por mis propios medios. He agotado mi capacidad para consolarme.



Para escribir, hace falta un mínimo de interés por las cosas; es necesario creer

aún que las palabras pueden atraparlas o al menos rozarlas; yo ya no tengo ese

interés ni esa fe...



París: insectos comprimidos en una caja. Ser un insecto célebre. Toda gloria es

ridícula; quien a ella aspira ha de tener en verdad el gusto por la decadencia.





No se me oculta que en todo lo que hago hay una mezcla de periodismo y

metafísica.



He leído demasiado... La lectura ha devorado mi pensamiento. Cuando leo, tengo

la impresión de "hacer" algo, de justificarme ante la sociedad, de tener un

empleo, de escapar a la vergüenza de ser un ocioso... un hombre inútil e

inutilizable.





Nada hay más decepcionante, frágil y falso, que una inteligencia brillante. Son

preferibles las aburridas: respetan la trivialidad, lo que de eterno tienen las

cosas o las ideas.



Albert Camus se ha matado en un accidente de coche. Ha muerto en el momento en

que todo el mundo -y tal vez el mismo también- sabía que ya nada tenía que decir

y viviendo tan sólo podía perder su desproporcionada, abusiva -ridícula

incluso-, gloria. Inmensa pena al enterarme de su muerte, anoche, a las 23

horas, en Montparnasse. Un excelente escritor menor, pero que fue grande por

haber carecido totalmente de vulgaridad, pese a todos los honores que cayeron

sobre él.





Sólo hablé con Camus una vez, en 1950, creo; he hablado mal de él muchísimo y

ahora me siento presa de un remordimiento terrible e injustificado. Ante un

cadáver, sobre todo cuando es respetable, me siento impotente. Tristeza

inclasificable.



James Joyce: el hombre más orgulloso del siglo, porque quiso -y en parte

alcanzó- lo imposible con el empecinamiento de un dios loco y porque nunca

transigió con el lector y no estaba dispuesto a ser legible a toda costa.

Culminar en la oscuridad.



No pierdas el tiempo criticando a los otros, censurando sus obras; haz la tuya,

dedícale todas tus horas. El resto es fárrago o infamia. Sé solidario con lo que

es verdad en ti e incluso eterno.



B.: Fue un muchacho que, cuando era pobre, me hablaba de la inanidad de la vida

y, ahora que es rico, sólo sabe contar manarradas. No se puede traicionar

impunemente la miseria. Toda forma de posesión es causa de muerte espiritual.



Sé por qué, a la edad a la que he llegado, prefiero leer a historiadores que a

filósofos: es que, por aburridos que sean los detalles relativos a un personaje

o a un acontecimiento, el desenlace de uno o de otro intriga necesariamente.

Pero las ideas no tienen, ¡ay!, desenlace.



Vivir es poder indignarse. El sabio es un hombre que ha dejado de indignarse.

Por eso, no está por encima, sino al lado, de la vida.



Cuando se quiere adoptar una decisión, lo más peligroso es consultar a otro.

Aparte de dos o tres personas, no hay ninguna otra persona en el mundo que

quiera nuestro bien.


Lo que temo no es la muerte, sino la vida. Por mucho que me remonte en la

memoria, siempre me ha parecido insondable y aterradora. Mi incapacidad para

insertarme en ella. Miedo, además, de los hombres, como si perteneciera a otra

especie. Siempre el sentimiento de que en ningún punto coincidían mis intereses

con los suyos.



Los dos pueblos que más he admirado: los alemanes y los judíos. Esa doble

admiración -que después de Hitler, es incompatible- me ha conducido a

situaciones como mínimo delicadas y ha suscitado en mi vida conflictos que

preferiría haberme evitado.



Los pesimistas no tienen razón: vista de lejos, la vida nada tiene de trágica,

sólo lo es de cerca observada en detalle. La vista de conjunto la vuelve inútil

y cómica. Y eso es aplicable a nuestra experiencia íntima.



Ionesco me dice que en el monólogo de Hamlet sólo hay trivialidades. Es posible,

pero esas trivialidades agotan lo esencial de nuestras interrogaciones. Las

cosas profundas no necesitan originalidad.



La palabra que más se me viene a la cabeza, tanto si estoy fuera como si estoy

en casa, es engaño. Por sí sola resume toda mi filosofía.