sábado, 2 de enero de 2010

JAVIER HERAUD:UNA LLUVIA DE PALABRAS SILENCIOSAS








ARTE POÈTICA

En verdad, en verdad hablando,
la poesía es un trabajo difícil
que se pierde o se gana
al compás de los años otoñales.

(Cuando uno es joven
y las flores que caen no se recogen
uno escribe y escribe entre las noches,
y a veces se llenan cientos y cientos
de cuartillas inservibles.
Uno puede alardear y decir
“yo escribo y no corrijo,
los poemas salen de mi mano
como la primavera que derrumbaron
los viejos cipreses de mi calle”)
Pero conforme pasa el tiempo
y los años se filtran entre las sienes,
la poesía se va haciendo
trabajo de alfarero,
arcilla que se cuece entre las manos,
arcilla que moldean fuegos rápidos.

Y la poesía es
un relámpago maravilloso,
una lluvia de palabras silenciosas,
un bosque de latidos y esperanzas,
el canto de los pueblos oprimidos,
el nuevo canto de los pueblos liberados.

Y la poesía es entonces,
el amor, la muerte,
la redención del hombre.

Madrid, 1961 – La Habana, 1962













Palabra de guerrillero


Porque mi patria es hermosa
como una espada en el aire,
y más grande ahora y aun
más hermosa todavía,
yo hablo y la defiendo
con mi vida.
No me importa lo que digan
los traidores,
hemos cerrado el pasado
con gruesas lágrimas de acero.
El cielo es nuestro,
nuestro el pan de cada día,
hemos sembrado y cosechado
el trigo y la tierra,
y el trigo y la tierra
son nuestros,
y para siempre nos pertenecen
el mar
las montañas y los pájaros.










El Río 1
Yo soy un río, voy bajando por las piedras anchas, voy bajando por las rocas duras, por el sendero dibujado por el viento. Hay árboles a mi alrededor sombreados por la lluvia. Yo soy un río, bajo cada vez más furiosamente, más violentamente bajo cada vez que un puente me refleja en sus arcos.

2 Yo soy un río un río un río cristalino en la mañana. A veces soy tierno y bondadoso. Me deslizo suavemente por los valles fértiles, doy de beber miles de veces al ganado, a la gente dócil. Los niños se me acercan de día, y de noche trémulos amantes apoyan sus ojos en los míos, y hunden sus brazos en la oscura claridad de mis aguas fantasmales.

3 Yo soy el río. Pero a veces soy bravo y fuerte pero a veces no respeto ni a la vida ni a la muerte. Bajo por las atropelladas cascadas, bajo con furia y con rencor, golpeo contra las piedras más y más, las hago una a una pedazos interminables. Los animales huyen, huyen huyendo cuando me desbordo por los campos, cuando siembro de piedras pequeñas las laderas, cuando inundo las casas y los pastos, cuando inundo las puertas y sus corazones, los cuerpos y sus corazones.

4 Y es aquí cuando más me precipito Cuando puedo llegar a los corazones, cuando puedo cogerlos por la sangre, cuando puedo mirarlos desde adentro. Y mi furia se torna apacible, y me vuelvo árbol, y me estanco como un árbol, y me silencio como una piedra, y callo como una rosa sin espinas.

5 Yo soy un río. Yo soy el río eterno de la dicha. Ya siento las brisas cercanas, ya siento el viento en mis mejillas, y mi viaje a través de montes, ríos, lagos y praderas se torna inacabable.

6 Yo soy el río que viaja en las riberas, árbol o piedra seca Yo soy el río que viaja en las orillas, puerta o corazón abierto Yo soy el río que viaja por los pastos, flor o rosa cortada Yo soy el río que viaja por las calles, tierra o cielo mojado Yo soy el río que viaja por los montes, roca o sal quemada Yo soy el río que viaja por las casas, mesa o silla colgada Yo soy el río que viaja dentro de los hombres, árbol fruta rosa piedra mesa corazón corazón y puerta retornados,

7 Yo soy el río que canta al mediodía y a los hombres, que canta ante sus tumbas, el que vuelve su rostro ante los cauces sagrados.

8 Yo soy el río anochecido. Ya bajo por las hondas quebradas, por los ignotos pueblos olvidados, por las ciudades atestadas de público en las vitrinas. Yo soy el río ya voy por las praderas, hay árboles a mi alrededor cubiertos de palomas, los árboles cantan con el río, los árboles cantan con mi corazón de pájaro, los ríos cantan con mis brazos.

9 Llegará la hora en que tendré que desembocar en los océanos, que mezclar mis aguas limpias con sus aguas turbias, que tendré que silenciar mi canto luminoso, que tendré que acallar mis gritos furiosos al alba de todos los días, que clarear mis ojos con el mar. El día llegará, y en los mares inmensos no veré más mis campos fértiles, no veré mis árboles verdes, mi viento cercano, mi cielo claro, mi lago oscuro, mi sol, mis nubes, ni veré nada, nada, únicamente el cielo azul, inmenso, y todo se disolverá en una llanura de agua, en donde un canto o un poema más sólo serán ríos pequeños que bajan, ríos caudalosos que bajan a juntarse en mis nuevas aguas luminosas, en mis nuevas aguas apagadas.



Nadie te molesta, hermano

Nadie te molesta,
hermano.
Hoy duermes en tu cuna
Y en tu leche,
hoy duermes en tu sueño
y en tu noche.
¿Qué espantos, qué
miedos te cogerán
en madrugada y
te sacudirán en
viernes o en sábados
o en sábados convulsos?
No. Aquí estoy yo,
hermano,
velando tu tranquilidad
y tus noches,
mirando tus manos
enlazadas con
la luna,
mirando tu rostro
hundido en tus
sus otoñales.

Invierno. Y aquí
está tu hermano,
tu colcha, tu
sábana, y
tu almohada,
y tu hermano
para evitar que
ángeles perversos
paseen por tus
ojos
para coger tus
sueños y arrullarlos
fieramente.
Hoy, durmiendo,
cuidando tu muerte
por momentos,
evitaré que nuevos
soles nazcan en tu
frente, evitaré
las tinieblas y las
ruinas,
las miserias y,
los males,
(que hoy se vislumbran
en mis ojos)
para hacer de ti,
hermano,
un nuevo hombre
nacido aquí en
la aurora.

Junio. 1960.

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